Un filipino devoto fue crucificado por trigésima vez en un ritual local del Viernes Santo y manifestó su esperanza de que su sacrificio doloroso contribuya a la paz en Bélgica y otros países víctimas de la violencia de extremistas islámicos.
Rubén Enaje y otros 14 hombres, algunos a gritos, fueron clavados a cruces de madera por actores vestidos como centuriones romanos en San Pedro Cutud y otras dos aldeas arroceras en la provincia de Pampanga al norte de Manila, según los organizadores.
Los crucificados y flagelantes reflejan la variedad filipina del catolicismo, que mezcla tradiciones eclesiásticas con supersticiones folclóricas. Muchos de los penitentes empobrecidos se someten el ritual en busca de perdón para sus pecados, o bien oran por los enfermos o por una vida mejor y también para agradecer supuestos milagros.
Enaje, un pintor de carteles de 55 años, empezó a someterse a la crucifixión en 1985, cuando se cayó de un edificio de tres pisos y sobrevivió prácticamente ileso.
Asimismo manifestó preocupación por las versiones de que Estado Islámico hubiese influido sobre milicianos en el sur de la nación.
Associated Press | Diario Uno
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