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Foto: Pablo Aguirre | El LitoralCon una gran fiesta vivida en la noche del viernes en el Brigadier López, el "Bichi" Fuertes se despidió de la actividad junto a sus familiares, sus amigos y sus fanáticos. (Foto: Pablo Aguirre | El Litoral)



Y el día llegó. Seguramente, cuando llegó a Santa Fe por primera vez hace 25 años (en 1997) para vestir la casaca sangre y luto de Colón, nunca pensó, ni siquiera soñó, con que alguna vez viviría lo que vivió el viernes en el estadio Brigadier López, su "lugar en el mundo" desde el punto de vista futbolístico y sentimental.


Y el día llegó. El "21D", como se lo viene llamando desde hace un tiempo. El fin llegó, pero no el presagiado "fin del mundo", con relación a la fecha marcada por la cultura maya. Aunque sí es cierto que para Esteban Oscar Fuertes, después de anoche, se inicia un nuevo ciclo.


El ciclo del merecido descanso tras centenares de horas de trabajo para organizar la fiesta en la que el histórico goleador sabalero recibió el llamado "homenaje en vida" por su dilatada y exitosa trayectoria como futbolista en la entidad de barrio Centenario. Pero sobre todo, por sus cualidades como ser humano, algo que no se puede refutar, teniendo en cuenta el amor puesto de manifiesto por todos y cada uno de los que llevan los colores rojinegros en el corazón; por comentarios de actuales y ex compañeros, de ocasionales adversarios, de familiares, de amigos, de colegas y hasta de hinchas de otros clubes.


Es por eso que el "Bichi" Fuertes merecía lo que se vivió anoche. Mucha alegría por un lado, como el hecho de tener como compañero de juego a su hijito Jerónimo, autor de uno de los goles mediante una exquisita ejecución al ángulo superior derecho de Juan Pablo Burtovoy; pero también sentida y profunda emoción, cuando llegó el recuerdo para Alberto, su padre, quien en Coronel Dorrego lo moldeó como persona, y lo apoyó para comenzar con una carrera futbolística basada en la calidad humana, incuestionable base para superar varios escollos durante dicha carrera.


"Estoy muy agradecido"




Al finalizar el cotejo que sirvió como pretexto para juntar a sus amigos, y todavía en el campo de juego, el hombre récord de Colón se dirigió a los cerca de 20.000 espectadores que asistieron al Cementerio de los Elefantes, y con evidentes signos de emoción, expresó: "Tengan la seguridad de que nunca me voy a ir de Colón, siempre voy a estar acá. He pasado muchas cosas buenas, pero también malas, pero uno sabe afrontar las cosas para ganarle a las adversidades. Es por eso que siempre voy al frente y siempre he dejado todo por esta camiseta, y mi corazón siempre va a estar con ustedes. Todos saben que tengo una cuenta pendiente, que es no haber sido campeón con Colón, pero estoy seguro que algún día se va a dar".


Más tarde, y luego de pasar por las duchas, el "Bichi" se dirigió al Roque Otrino para contar lo vivido: "Fue una de las noches más lindas de mi vida. Obviamente, esto va a quedar grabado por siempre en mi corazón. Imaginaba algo, pero cuando el momento llega todo es totalmente diferente. Estoy muy agradecido".


-¿Qué te pareció el gesto de la plaqueta en el arco?


-Ésa fue una de las sorpresas. Fue impresionante. A Martín (Palermo) se lo habían regalado, no supo qué hacer y la verdad es que no sé adónde lo tiene, pero que un arco tenga mi nombre es algo muy especial. Cuando venga a la cancha, mire para ese lado y vea el arco con mi nombre, no lo voy a poder creer.


También contó el momento en que su pequeño hijo pateó el penal: "Jerónimo es fanático del fútbol y fanático de Colón. Por eso, se moría por jugar un ratito. Gracias a Dios le pegó muy bien en el penal, hizo el gol y se fue feliz, como nos fuimos todos".


-¿Salió todo como lo esperabas?


-Quería que todo salga a la perfección, que mis amigos se encuentren cómodos, y que la gente pueda disfrutar de una linda fiesta. Sinceramente, salió todo mejor de lo que esperaba, hubo momentos muy lindos y otros muy emotivos. Esto demuestra que algo dejé en Colón. Es la primera vez que esto sucede en este club, y la verdad es que me produce una gran felicidad.


Por Alberto Sánchez | El Litoral

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