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No hay recetas contra el mareo y la resaca, ni forma de evitar que nuestro hígado y arterias acusen recibo. Cómo aprender a beber con placer y con inteligencia.
 
Una de las recomendaciones más simpáticas que tiene la nutrición es aceptar una copa de vino diaria como parte de una alimentación saludable. Nuestro querido doctor Favaloro lo ha dicho, y es parte de la dieta mediterránea que ha sido declarada patrimonio de la humanidad. Es posible que los beneficios sean difíciles de demostrar y que no sean muy importantes, pero conseguir una pequeña licencia para beber no es poca cosa.

A no ponerse demasiado alegre. Como sucede en todas las cosas, hay que saber poner límites. Ante todo una copa se refiere a la versión clásica y estilizada que se llena con 150 centímetros cúbicos. Nada que ver con las copas modernas inmensas que quedan muy lindas en un restaurante con buena onda pero que no son para cuidarse.

En segundo lugar debe quedar claro que se menciona una copa por día. Asumiendo que nadie la va a tomar durante el desayuno, solamente nos quedan el almuerzo o la cena, uno o la otra pero no los dos.

Además, hay que recordar que el resto de las bebidas alcohólicas también existen, así que si decidimos optar por el vino ese día no queda espacio para otra bebida alcohólica, sea del color que fuere.

Con estas acotaciones la recomendación ya no es tan simpática. Lo siento mucho pero estamos hablando de salud basada en la evidencia, y lo que dicen las observaciones es eso. Los estudios no dicen nada bueno sobre los bebedores más importantes, ya sean esporádicos o regulares.


Las fiestas de fin de año son un una buena oportunidad para reflexionar sobre nuestra relación con el alcohol. El champangne, el vino, la cerveza o la sidra suelen ser abundantes por lo que es probable que superemos holgadamente la licencia que nos dieron los próceres de la medicina.

Para los entusiastas de estas bebidas viene entonces el plan B: si superamos los límites recomendados, por lo menos tratemos de no superar los límites peligrosos, tan difundidos en las campañas para manejar con seguridad. Una copa de vino hace bien, dos copas se toleran, tres copas nos intoxican, así de simple.

Que sea un placer

Para disfrutar sin excedernos hay que tener un plan, y acá van algunas ideas que pueden ayudarnos en tan noble propósito. El placer de la bebida al igual que los alimentos se siente en la boca. Un sorbo chico recorriendo delicadamente la boca despierta sensaciones y permite extender la experiencia. El sabor permanece después de tragar un buen rato en la boca cuando la bebida es buena. Tomar un poco, paladearlo y dejar que tenga tiempo de estimular los sentidos es un buen consejo.

Usar copas chicas, servirse poco (por ejemplo menos de la mitad), disfrutar el trago en la boca dejando la copa en la mesa por un rato es una ceremonia que destaca el placer y ayuda a evitar el exceso. No abrir más botellas que lo que se va a tomar colabora con la moderación y con el bolsillo también. No volver a servirse en la copa hasta que se termine es una clara señal para nosotros y para quienes nos acompañan de que hemos aprendido a beber con inteligencia.

¿Qué pasa si a pesar de todo tomamos demás? A pesar de todo el folclore que conocemos, no hay forma de neutralizar el alcohol que ya ingresó en el organismo. No existen recetas contra el mareo y la resaca, ni para que nuestro hígado y nuestras arterias no se enteren que fueron golpeadas. La medicina es insobornable.

Por Edgardo Ridner / Clarín Buena Vida 
* El doctor Edgardo Ridner presidente de la consultora Farma Food Care, y ex Pte. Sociedad Argentina de Nutrición. Además, conduce el programa televisivo “Salud y Alimentos”; www.facebook.com/ComoComemosLosArgentinos.

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