Miles
de sudafricanos, dolidos por la muerte de su líder y enojados por no
poder darle su último adiós, se abalanzaron sobre el edificio
gubernamental donde se velaba a Nelson Mandela y obligaron a reabrirlo.
(Foto: Télam)
Pese
al verdadero aluvión que llegó a Pretoria, el último de los tres días
que se mantuvo abierta la capilla ardiente, la policía decidió cerrar
por la mañana el recinto alegando que se habían desbordado todas las
previsiones.
De
inmediato comenzaron a escucharse gritos de protesta en la multitud que
hacía largas colas por las calles de la ciudad con la esperanza de ver
por última vez a Mandiba, con lo llaman al líder negro cuyo cuerpo
embalsamado podía verse a través de una tapa de cristal.
"Madiba",
"Madiba", comenzó a corear la multitud hasta que, sin que nadie lo
ordenara pero con una absoluta determinación, se lanzó colina arriba,
donde se encuentra el Union Buildings, convertido en un gigantesco
velatorio.
La
muchedumbre logró romper el cerco policial y se concentró en las
entradas del edificio hasta que finalmente, a primera horas de la tarde,
la policía reestableció el control y reabrió los accesos sin que se
produjeran víctimas. Al anochecer, las puertas se cerraron
definitivamente.
En
declaraciones a la televisión pública SABC1, la más vista en Sudáfrica,
la vocera policial Caroline Naidoo explicó que se había decidido cerrar
para "controlar la situación".
Muchos
de ellos habían permanecido toda la noche con la esperanza de poder
entrar en la capilla ardiente y pasar durante tres segundos delante del
hombre que pagó con 27 años de cárcel su lucha para poner fin al
apartheid.
A
primera hora de este viernes nublado y caluroso, un furgón transportó
el ataúd cubierto por la bandera nacional sudafricana y al llegar al
lugar, rebautizado "Mandela" por decisión del actual presidente, Jacob
Zuma, una guardia de honor de las tres armas lo trasladó sobre sus
hombros hasta donde se levantaba la capilla ardiente mientras se
entonaba el Himno Nacional.
Compunción
y canto parecían fusionarse en esta capital administrativa de
Sudáfrica. El dolor flotaba en el aire de cada rincón, acompañado por
los cánticos que sonaban como el gospel habitualmente escuchado en las
iglesias.
La
televisión estatal mostró imágenes de todo el recorrido que hizo el
vehículo que trasladó por última vez el féretro desde el Hospital
Militar hasta el Union Buildings.
A
lo largo del trayecto podía verse a miles de sudafricanos -en su
mayoría negros, pero muchos blancos también- lanzando flores y saludando
a Madiba.
Karen,
una blanca de unos 50 años, confesó a Télam, entre sonrisas, que era de
"sangre boer" -minoría étnica descendiente de holandeses que detentó el
poder durante el apartheid-, tras lo cual extendió sus brazos señalando
a los negros que estaban cerca y enfatizó: "Pero este es nuestro país".
"Y
estamos acá para honrar el legado de Madiba, el que nos unió y nos hizo
libres a todos. Siempre supe que le rendiría honores el día que
falleciera y estoy honrada de poder cumplirlo hoy aquí", afirmó
emocionada.
Dudu,
una sudafricana negra de 40 años, militante de una iglesia protestante,
formaba parte de esa multitud que aguardaba por ingresar. Cuando se
enteró que tal vez no podría entrar a la capilla ardiente, su rostro se
desfiguró de tristeza porque sentía que era su "última oportunidad para
saludarlo".
"Cuando
llegó a la presidencia cambiaron muchas cosas en Sudáfrica. El pueblo
obtuvo su libertad, casas gratuitas, educación gratuita, hospitales
gratuitos. Eso se mantiene, aunque no sé si ahora que murió el país
mantendrá su legado", comentó cuando se le preguntó sobre el significado
de Mandela.
Mientras
la policía vigilaba con severidad, pero con buen trato, muchos
compraban retratos de Mandela brillantes y coloridos. A ojos de un
argentino, ese contraste entre el dolor y el color se volvía por
momentos incomprensible.
Ese
contraste pareció reflejarse también en miembros de la opositora
Alianza Democrática, liderada por lo que era el Partido Nacional (los
antiguos practicantes del apartheid), que ahora afirman sin siquiera
ruborizarse que ellos querían a Mandela.
Audrey, un taxista negro de 32 años, explicó con ironía que "ahora somos iguales, también los blancos pueden ser pordioseros".
El
gobierno decretó duelo nacional desde la muerte del ex presidente, el
jueves 5 de diciembre. Los funerales, que comenzaron el martes en
Johannesburgo, con la presencia de más de 80 mandatarios extranjeros,
culminarán el domingo, cuando se realizarán las exequias en Qunu, el
pueblo natal de Madiba.
Télam
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