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Foto: El Litoral | 
A lo largo de su vida, Julio Cortázar encontró en el género epistolar una dimensión complementaria a la narrativa que le permitió testimoniar desde fenómenos literarios hasta fragmentos de su biografía: el resultado es un compendio de más de mil cartas inéditas que serán publicadas en 5 tomos a partir del próximo mes.


A la manera de una informal biografía, este emprendimiento de la editorial Alfaguara se presenta como una hoja de ruta que pone a disposición de los lectores la trastienda de las obras del autor de ‘Rayuela‘, la consolidación de su narrativa en sintonía con el surgimiento del llamado "boom" latinoamericano y hasta la única carta que le envió a su padre, reaparecido epistolarmente muchos años después de su abandono familiar.

La compilación y edición del material corrió por cuenta de Aurora Bernárdez -primera esposa y albacea literaria del escritor- y del filólogo español Carles Alvarez Garriga, quienes realizaron una monumental tarea arqueológica que culminó con el rescate de cuantiosas páginas inéditas en las que Cortázar confronta su pensamiento con otros hombres ilustres de su generación, como José Lezama Lima, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Guillermo Cabrera Infante, Victoria Ocampo y Alejandra Pizarnik.

Alvarez Garriga, en diálogo con Télam desde Barcelona, señaló que la lectura de los cinco volúmenes -de los cuales los tres primeros estarán en las librerías el mes que viene y los dos restantes en abril- deja un resabio melancólico (‘finalmente nos mata de nostalgia: al terminar sentimos que ya no recibiremos más páginas del amigo‘) y que la labor de edición le deparó ‘la misma euforia que un niño a la puerta de la pastelería‘.

- Télam: En 1942 Cortázar le escribe a uno de sus amigos: ‘Sólo los genios logran que la paciencia de los eruditos busque, hasta encontrarlas, todas sus cartas... Que no siempre son geniales pero llevan su firma al pie‘. ¿Fue una premonición o una broma?

- Alvarez Garriga: Yo veo en la frase una convicción muy firme, por suerte expresada en un tono burlón que quita hierro a una afirmación que podía sonar tremendamente pedante. A los 28 años Cortázar sólo había publicado ‘Presencia‘, el legendario volumen de sonetos que pasó sin pena ni gloria, algunos ensayos académicos o breves reseñas y algún cuentecito imitativo, todo lo que él mismo llamó ‘polvillo bibliográfico‘.

Era todavía un escritor en construcción, muy alejado de la prosa conversada que todos conocemos. Ahora bien, que incluso nueve años antes de que viera la luz ‘Bestiario‘, llegara a pensar que algún día alguien agotaría su paciencia buscando todas sus cartas, me parece una tomadura de pelo sólo a medias: su vocación fue tan temprana como firme y de hecho en esos años dejó de publicar porque se sabía incapaz de alcanzar la calidad de su obra futura.

En esa época descubre que la carta podía ser un medio de expresión aceptable, y ahí nace la fidelidad al género epistolar. Estos cinco volúmenes nos ofrecen un retrato del artista adolescente, del artista consumado y del artista seriamente enfermo; un retrato riquísimo en detalles gracias a su confianza en lo que los franceses llaman ‘el pacto epistolar‘.

-T: Ahora que nadie escribe cartas, esa disposición parece algo heroica...

- A.G: Esa fidelidad heroica tiene sus más y su menos: hay aquí cartas de compromiso, de agradecimiento, simples acuses de recibo, pero hay también muchas otras en las que se ve la necesidad imperiosa de escribir, el recurso a la carta como vehículo irreemplazable de comunicación: las cartas de entusiasmo que envía después de visitar algún museo, ver alguna película, asistir a alguna representación teatral o leer algún libro de Octavio Paz, de Carlos Fuentes, de Lezama Lima, de Vargas Llosa...

- T: La impresión que prevalece al leer las cartas concuerda con la cita que coloca usted como epígrafe del prólogo, cuando precisa que Cortázar escribe a su madre: ‘Creo que soy un hombre que jamás se aburrió un solo segundo a lo largo de toda su vida‘.

- A.G: Elegí esa frase para el destacadísimo lugar del epígrafe porque es casi un epitafio: ‘Yace aquí un hombre que jamás se aburrió un solo segundo a lo largo de toda su vida‘, debería leerse en la lápida del cementerio de Montparnasse.

Aurora Bernárdez me decía el otro día que, a más de 26 años del fallecimiento, sigue resultándole increíble que Cortázar esté muerto: ‘El, Julio, que era la persona más viva que he conocido‘. Quienes hemos leído la correspondencia completa coincidimos en esa impresión aun sin haberlo visto nunca en persona, como es mi caso.

El protagonista de ‘El guardián entre el centeno‘ decía que entre los escritores favoritos uno siempre distingue dos tipos: por un lado están los grandes escritores a los que se admira y respeta; por el otro, los autores-amigos, aquellos con quienes uno quisiera poder hablar por teléfono. No hay duda de que Cortázar pertenece a este segundo grupo. Tras leer la correspondencia uno se afirma aún más en esa sensación de familiaridad, de camaradería.

- T: En estos volúmenes se restituyen los fragmentos suprimidos en la primera edición y se suman más de 1.000 cartas nuevas ¿En qué medida esta obra abre nuevos campos de estudio?

- A.G: A la hora de abordar críticamente algunos autores, el principal problema es la cantidad inmensa de bibliografía que se les ha dedicado partiendo siempre de los mismos materiales y llegando por tanto a resultados muy similares.

En estos tiempos, cuando se diría que los estudios literarios van desembarázandose de la sequedad analítica de los estructuralistas, de la inmanencia textual propugnada por los formalistas o de las neojergas del narrativismo, a lo mejor asistiremos a enfoques de lectura más amables, donde el autor y su vida recobren cierta importancia.

El hecho de que hoy en día vuelva a haber un enorme interés por la publicación de epistolarios creo que refrenda esta opinión. Pongo un ejemplo muy concreto: Jean-Philippe Barnabé ha dedicado un análisis iluminador a la distinta percepción de la India en los dos viajes de Cortázar gracias al cotejo de los textos que le dedicó en ‘Último round‘ o en ‘Prosa del observatorio‘ con las cartas que sobre esos viajes escribió a su padre, Jean Barnabé.

Pienso siempre en las grandes biografías de escritores anglosajonas y echo de menos algo parecido dedicado a Julio Cortázar.

Ojalá con la cantidad de materiales inéditos que aparecen aquí, alguien se anime a esa tarea de revalorización académica tan necesaria cuanto urgente.

por Julieta Grosso | Télam

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